martes, 1 de septiembre de 2009

Déjame Entrar


El insomnio me puso delante esta maravillosa película hace un par de noches (Déjame entrar, Tomas Alfredson, 2008). Película sueca de vampiros nada al uso, y que deja las chorradas crepusculares de acné y bronceado californiano a la altura del betún. Se dice que crear expectativas altas sobre un filme puede hacer sentirse defraudado al aconsejado de turno. En este caso no puedo mentir. Es de lo mejor que he visto últimamente. Sabéis que odio que me destripen las películas (y no pocas veces he abandonado la sala de un cine durante el trailer de alguna que quiero ver), así que he procurado no avanzar nada de la trama en este post. Aún así, tal vez prefiráis verla antes. De lo cual me congratulo. Un último consejo friki...Si podéis verla en versión original subtitulada, mejor que mejor. Gracias MJ por tus consejos.


Eli


Eli se arrodilló frente a la pared y apoyó en ella la palma de la mano. Cerró los ojos y la movió con suavidad, como palpando la posibilidad de que al otro lado, la mano de Oskar aguardase a que diese con el lugar exacto. Tenía doce años, pero los tenía desde hacía demasiado tiempo, el suficiente para que los niños de su edad le resultaran tediosos, pero no bastante como para sentirse cómoda entre adultos. Oskar parecía diferente. Aparentemente frágil y tímido, se había revelado como el mejor compañero de juegos en décadas. Una amistad que nació al calor de la nieve y que la llevaban a ansiar desesperadamente la caída de la noche. Tal vez aquel niño de mirada transparente pudiese entenderlo todo. Tal vez fuese capaz de aliviar el sentimiento de culpa que le producía ver salir al que actuaba como su padre con maletín una de cada cuatro noches.
Comenzó a deslizar sonoramente su dedo índice por la pared y a dar golpecitos. La respuesta llegó instantánea del otro lado. Se verían en cinco minutos en el helado columpio que había frente a casa.
Decidió ponerse zapatos como una niña normal. Abrió la ventana ilusionada. Podía ver la silueta de Oskar que la aguardaba sentado sobre la nieve . Tal vez fuese él. Tal vez él la dejase entrar sin reproches.


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