domingo, 27 de septiembre de 2009

Aguamala trotamundos

Otra vez la maleta abierta junto a la cama. Otra vez parece imposible cerrarla.

Una semana de infarto por la que me he deslizado para caer en un avión casi sin darme cuenta. Semana de bienvenidas y despedidas. Semana de Historia e historias. Inspiración con olor a arrayán. Algo de todo ello caerá por este blog.


Esta noche, sin embargo, el cansancio se impone.

Lo próximo, llegará desde el otro lado.

Mientras tanto......CALIFORNICATION

Hasta pronto.


domingo, 20 de septiembre de 2009

El fin del romance


Hay inmensas multitudes,
donde sólo debieras estar tú.
Cara a cara, indago.
A gotas, semejanzas.
A mares, escalofríos.

Regalo besos a desconocidos,
intoxicados, depreciados, deslucidos.
Bajo llave, mis palabras
que aún te pertenecen.
Son mil, mañana cincuenta,
fanáticas de la magia,
desertoras de la razón.

Entre tú y yo letras,
castillos, tormentas, cuervos, naufragios.
Entre tú y yo silencio,
un océano de agua y tiempo.

Otra guerra que termina.
Ruge la sirena. Me marcho.
“Y el amor no se acaba,
sólo por dejar de vernos.”
.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Paranoid


Descamisado. Sentado a los pies de la cama. La cabeza entre las manos y los codos sobre las rodillas. El pelo alborotado le asomaba a mechones entre los dedos. Las ojeras le sostenían la mirada. La mirada se perdía más allá de la sucia moqueta. Salió de su ensimismamiento cuando oyó que tocaban a la puerta.
“Está abierto”.
En el umbral se dibujó la silueta de una mujer, que tras observarle unos segundos con la cabeza apoyada en su brazo, el brazo en el marco de la puerta, cerró y se acercó lentamente.
Inclinándose, aproximó su nariz a la de él hasta casi pegarlas, y le susurró: “Hola cariño. Pareces triste. ¿Vamos a pasarlo bien un ratito?”. Finalizaba cada frase con un suave ronroneo que olía a chicle de menta. Le acarició las setenta y dos horas de barba que poblaban su cara. “En cuanto me des las pelas, acabo con tus penas”. Él agachó la cabeza y sin mirar, señaló hacia atrás una silla a la izquierda de la cama. Un billete de cincuenta asomaba del bolsillo de la camisa allí colgada.
La prostituta cogió el dinero y tras ponerlo rápidamente en su bolso, se descalzó y se le aproximó a gatas por la cama, abrazándolo por la espalda. “¿Qué te apetece hacer?”.
“He terminado con mi mujer porque ella no podía ayudarme con mis ideas”, le dio él por respuesta.
“Vaya, ¿en serio? Bueno…yo no soy tu mujer. Tenemos media horita para tus ideas”. Fingida condescendencia para acabar más rápido. La chica metió los brazos por debajo de sus axilas y dirigió sus manos abdomen abajo, suavemente, hasta la cremallera de los pantalones. Comenzó a desabrocharla.
“¿Sabes? La gente piensa que estoy loco, porque siempre ando con el ceño fruncido”. Hablaba con relajada pesadumbre. Ojos cerrados. Inmóvil. Ella seguía faenando con los botones y ronroneando palabras olor a menta. “Tienes que relajarte, cariño”.
“Todo el día pienso en cosas, pero nada parece satisfacerme. Creo que perderé la cabeza si no encuentro algo que me tranquilice”. Levantó la mirada por encima del hombro y le imploró: “¿Puedes ayudarme a ocupar la mente?”.
“Cariño, yo puedo ayudarte a muchas cosas”.
La prostituta bajó de la cama y se puso frente a él. Lo empujó suavemente hacia atrás y arrodillándose comenzó a bajarle los pantalones.
“Necesito alguien que me enseñe las cosas de la vida que no puedo encontrar. No puedo ver las cosas que dan la verdadera felicidad. Debo estar ciego”, continuaba su sordo diálogo, ahora con el techo.
Impulsivamente se incorporó de la cama y cogió entre sus manos la cara de la chica. Mirándola a los ojos, con una intensidad impropia de quien no conoce a quien observa, le dijo: “Gasta una broma y suspiraré, tú reirás y yo lloraré.”
Ella soltó una carcajada, “Cariño, ¿eres poeta o algo así? Siento decirte que no puedo hacerte feliz más de media hora con lo que me has dado”.
“La felicidad no la puedo sentir. Para mí el amor es algo irreal.” Una indescifrable sonrisa se dibujó en su cara. “Y así como oyes estas palabras que hablan de mi estado, yo te digo que disfrutes de la vida”.
Un mal disimulado escalofrío recorrió el cuerpo de la prostituta. Lo ocultó con teatral amabilidad y se abrigó en su instinto, que le decía que no había peligro cierto. “Cariño, hago lo que puedo, de veras”. Ella se levantó, le puso el dedo índice en los labios. “Shhhhh”. Con su mano izquierda lo empujó suavemente hasta tumbarlo otra vez.
“Yo desearía poder, pero es demasiado tarde para mí”.
Ni una palabra más el tiempo que les quedó juntos. Él ahogó su mirada en el techo. Ella hizo su trabajo y se fue. Él escribió una canción. Ella nunca la escuchó.
Paranoid
Finished with my woman
'cause she couldn't help me with my mind
People think I'm insane
because I am frowning all the time
All day long I think of things
but nothing seems to satisfy
Think I'll lose my mind
if I don't find something to pacify
Can you help me, occupy my brain?
Oh yeah
I need someone to show me
the things in life that I can't find
I can't see the things that make true happiness,
I must be blind
Make a joke and I will sigh
and you will laugh and I will cry
Happiness I cannot feel and
love to me is so unreal
And so as you hear these words
telling you now of my stateI tell you to enjoy life
I wish I could but it's too late

viernes, 11 de septiembre de 2009

Reseña

Llegaba a su fin otra asfixiante tarde de agosto. De esas que anuncian en rosa ardiente que la noche se acerca. El teléfono, que se había mantenido mudo todo el día, arrojó expectativas de terraza y caña al compás de un politono que no hacía justicia a The Clash.
“¡!Sí!”, contesté.
“Sí, ¿qué?”.
“Sí a una cervecita donde quieras, guapa”.
“Jajajaja….Estás muy loca y muy desesperada…. No. Te llamo para otra cosa. Me sobra una entrada para una velada poética. También hay algo de música. ¿Te apuntas?”.

La tarde mutó a noche en el trayecto hasta un convento y un laurel, entre cuyas ramas dice la leyenda que se guarnecieron del acoso moro Isabel la “Caótica” y parte de su corte (¿el acosador acosado?). Menudo laurel, pensé. Un patio, un escenario, unas sillas de madera y una poeta. Del laurel ni rastro…fuera a joderse la leyenda.

Con ella llegó la magia, como mitigante brisa de verano. Con su voz grave, delatora de pulmones desahuciados, trazó una noche estimulante para el alma. Anécdotas que inspiran rimas. Asonancias que se armonizan con el pasar de los años. Y a pesar de un desagradable y ruidoso señor a mis espaldas, al que le partí la boca de un puñetazo en una súbita ensoñación, fui capaz de apresar la certeza de que la Arte Poética es cosa de pescadores sabios. De esos que saben devolver al agua las palabras que no sirven.

Valga de ella, la poeta, una breve “Reseña”; y de mí, retazos de empatía en una antojadiza instantánea:

Soy de otra parte, otro cuerpo, otro golfo
para que me entiendan
para que no me entiendan demasiado
por atajos y digresiones
escribo.
_
A mano limpia. A campo traviesa.
Vivo por circunloquios, espirales, pidiendo disculpas, permiso.
Demasiado.
_
Tropiezo, desentono, me repito,
adiciono prótesis, me encorvo,
heteróclita, minuciosa, descuidada
descartando a manotazos, boqueando
con notas a pie de página
inverificables.
_
Desenraizada como tronco de plátano
a merced de la borrasca, puro cráter, pura fragilidad
sin saber echar raíces pero voy
poniéndome en escena, fuera de foco,
por lente cóncavo o convexo
nunca el del arcoiris nunca el del amor correspondido menos furtivo.
_
El mínimo denominador común del dolor es universal
y su raíz cuadrada esta nuez, este rubí,
que aún alumbra, soberbio, secreto, aunque airado
la palma de mi mano.

(Reseña, Luisa Futoransky)

sábado, 5 de septiembre de 2009

La Soledad de la Medusa. Un año


Hace un año que el señor Grünwald me abrió la puerta y dio inicio a este rincón.
Lo escrito es reflejo de lo vivido, inventado, soñado, escuchado…Tras un año, momento es de parar unos instantes y agradecer antes de continuar. Insuflar un poco más de aire a la caprichosa inspiración y recordar cerrando los ojos.

Gracias a una terraza caldeada por una luna de verano y poesía. Al encuentro de dos vejigas pequeñas que jamás podrían alternar ni pasear juntas por un gran parque, (siempre alguien debe sujetar la puerta cuando no hay pestillo, o vigilar de espaldas junto al arbusto de turno).
Gracias a los reencuentros que hacen perder apuestas, a la vez que evidencian lo sensato del cisma meditado.
Gracias a las ciudades insípidas que te confinan en habitaciones de número en puerta. A las palabras insomnes en la penumbra. A las postales sin respuesta.
Gracias a las expediciones a ciudades que abrigan e inspiran. A los doctos consejos sobre el quehacer diario. A las luces auxiliares para este opaco túnel que es la tesis.
Gracias a la soledad de un banco junto al río drenado con palabras forasteras.
Gracias a las noches de vino y vinilo, de buen cine, de insomnio y ronquidos.
Gracias a las escaleras que se bajan con la cabeza agachada. A las ventanas que se observan y no devuelven la mirada. A los metros que se escapan y a los que se dejan escapar.
Gracias al retorno a lo viejo conocido, al calor de lo consanguíneo y los brindis entre camaradas de sueños. A los tatuajes que se quedan en rumores. A las guitarras que frustran más que suenan.
Gracias a las cicatrices que advierten que a dos tequilas no tiene por qué seguir un tercero.
Gracias a un año de equipaje de mano, carreras entre terminales y turbulencias que nadie más percibe. A las ciudades dispares, donde se viste de medieval un pasado bolchevique o el sol corona la noche en un barrio sin ley.
Gracias a un libro nuevo, que leo más que escribo, que nace de un cursor que late en la pantalla y de un mago que me hipnotiza escondido tras palabras.

Gracias a lo que inspirará por ser vivido. Gracias a lo que está por venir.

martes, 1 de septiembre de 2009

Déjame Entrar


El insomnio me puso delante esta maravillosa película hace un par de noches (Déjame entrar, Tomas Alfredson, 2008). Película sueca de vampiros nada al uso, y que deja las chorradas crepusculares de acné y bronceado californiano a la altura del betún. Se dice que crear expectativas altas sobre un filme puede hacer sentirse defraudado al aconsejado de turno. En este caso no puedo mentir. Es de lo mejor que he visto últimamente. Sabéis que odio que me destripen las películas (y no pocas veces he abandonado la sala de un cine durante el trailer de alguna que quiero ver), así que he procurado no avanzar nada de la trama en este post. Aún así, tal vez prefiráis verla antes. De lo cual me congratulo. Un último consejo friki...Si podéis verla en versión original subtitulada, mejor que mejor. Gracias MJ por tus consejos.


Eli


Eli se arrodilló frente a la pared y apoyó en ella la palma de la mano. Cerró los ojos y la movió con suavidad, como palpando la posibilidad de que al otro lado, la mano de Oskar aguardase a que diese con el lugar exacto. Tenía doce años, pero los tenía desde hacía demasiado tiempo, el suficiente para que los niños de su edad le resultaran tediosos, pero no bastante como para sentirse cómoda entre adultos. Oskar parecía diferente. Aparentemente frágil y tímido, se había revelado como el mejor compañero de juegos en décadas. Una amistad que nació al calor de la nieve y que la llevaban a ansiar desesperadamente la caída de la noche. Tal vez aquel niño de mirada transparente pudiese entenderlo todo. Tal vez fuese capaz de aliviar el sentimiento de culpa que le producía ver salir al que actuaba como su padre con maletín una de cada cuatro noches.
Comenzó a deslizar sonoramente su dedo índice por la pared y a dar golpecitos. La respuesta llegó instantánea del otro lado. Se verían en cinco minutos en el helado columpio que había frente a casa.
Decidió ponerse zapatos como una niña normal. Abrió la ventana ilusionada. Podía ver la silueta de Oskar que la aguardaba sentado sobre la nieve . Tal vez fuese él. Tal vez él la dejase entrar sin reproches.