martes, 21 de abril de 2009

Run out of Petrol


Cuando aterrizamos en Frankfurt el avión recorrió la pista durante largo tiempo antes de llegar a la puerta en la que desembarcaríamos. Eso me dio la oportunidad de observar con cierto detenimiento el aeropuerto más grande de Alemania y el tercero de Europa.
Cientos de aviones, autobuses, coches y personas se movían por el asfalto con exacta armonía. Avanzaban entre líneas rectas y giros de noventa grados, en una coreografía pausada y perfectamente ordenada. Sólo rompían esa sensación de equilibrio unas obras de ampliación en las que los obreros parecían trabajar más caóticamente, diseminados irregularmente por los andamios.
Aquel gigantesco aeropuerto estaba siendo ampliado aún más. El desarrollo es imparable y el futuro será algo extraordinario. ¿Lo será?

Nadie puede negar hoy día, ni siquiera el más escéptico de todos los escépticos, que el mundo se apoya en un sistema energético con fecha de caducidad. Y no hablamos ya de esas “profecías” del siglo pasado en las que todo lo funesto se situaba miles de años por delante. Profecías que vaticinaban a su vez que aparecería algún milagro tecnológico que nos sacaría nuevamente del atolladero. La realidad no transige. Petróleo, carbón y gas natural se acaban, restando sólo décadas en el caso del primero. La transición a las “energías renovables” no se está produciendo, y aunque así fuera, no podrían ni remotamente soportar el ritmo económico y tecnológico de nuestra sociedad. Los países en desarrollo, como no podría ser de otra forma, caminan por el mismo sendero energético marcado por nosotros desde comienzos de la Revolución Industrial. Da la sensación de que se ha establecido una especie de incómodo silencio. Nos quejamos cuando sube la gasolina, instalamos algunos paneles solares en nuestras terrazas, y nos sumimos en el plácido sueño de la inconsciencia.
El Grupo Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) ha elaborado una serie de informes, valorados como “muy útiles” por una organización tan poco sospechosa como la Agencia Internacional de la Energía, en los que se establecen posibles escenarios para el año 2050. La diferencia entra cada uno de ellos vendrá dada en función de si hay o no cambios importantes en la organización económica mundial, en los sistemas políticos, en las gestiones ambientales, en la organización de las sociedades y en la propia naturaleza. Un mundo más globalizado frente a uno más regionalizado. Una sociedad más preocupada en fomentar la riqueza individual y apoyada en las fuerzas del mercado o una más interesada en la sostenibilidad y la equidad. Los cruces entre ambos ejes crean una docena de posibilidades que podrían resumirse en tres escenarios básicos. Así, en las próximas décadas, podríamos estar ante un Mundo Convencional, en cierto modo, similar a este que vivimos, donde mercado y política seguirían siendo las fuerzas motoras de la sociedad. Este escenario, sin embargo, parece cada vez más improbable: sólo hay que echar un vistazo a la crisis energética y al colapso económico mundial que hoy día padecemos para entender la debilidad del mismo. Otra visión más catastrofista, y que podría estar algo más avalada por estos momentos de crisis, aboga por un escenario futuro de Barbarización, en el que se anuncia la muerte de las civilizaciones como hoy día las conocemos y una especie de vuelta a un pasado remoto. Finalmente también se presentan escenarios más optimistas, en los que las sociedades, conscientes de la necesidad del cambio, iniciarían el camino a las denominadas Grandes Transiciones. La organización de las sociedades transitaría desde el actual sistema globalizado hacia una mayor regionalización, y se adoptarían también nuevas formas de organización económica, como el ecocomunalismo (pequeñas comunidades que se abastecen a sí mismas de manera sustentable).
¿Con qué nos encontraremos?

El Antropoceno, ese nuevo período geológico que según el premio Nobel P.J. Crutzen habría sustituido al Holoceno desde la Revolución Industrial, y durante el cual los seres humanos nos hemos convertido en la principal fuerza geológica del planeta, ¿será el último?

Mientras espero junto a la cinta de equipajes mi conciencia se divide entre una creciente desesperanza o la utopía en el horizonte de Galeano. Lufthansa parece más eficiente que Iberia…mi maleta está sana y salva. Tal vez me cuelgue la mochila del pesimismo, pero con el propósito de salir a caminar.