miércoles, 22 de julio de 2009

El Café de las Oportunidades


___ Llegó a la entrada del café, y como cada mañana pensó: “¿y si hoy no está?”. Miró fugazmente a través del cristal. Al fondo alcanzaba a ver una pequeña parte de la barra, la que daba a la cocina. No se veía nadie allí, ni a un lado ni a otro del mármol blanco. Sólo el taburete vacío de madera en el que posiblemente se sentaría. Sintió la habitual punzada en el estómago, esa que afortunadamente se disipaba en cuanto escuchaba su voz que llegaba desde el interior, si la calle estaba lo suficientemente silenciosa. Le asomó una sonrisa, instantánea, y con ella empujó la puerta de entrada. Avanzó por la estrecha rampa que desembocaba en el taburete y en su rincón de cada mañana. Al otro lado de la barra, en la esquina contraria, estaba él. “Muy buenas”, saludo y sonrisa. Hacía días que ya no salía a besarla en la mejilla o en el pelo, como antes. Ella echaba de menos ese pequeño gesto, pero se conformaba con devolverle la sonrisa, la mirada y los buenos días mientras se sentaba.

___ La fuerza de la costumbre le ponía enfrente un café cortado acompañado de El País. Y la rutina se había encargado de acortar el diálogo que antes hacía que no dispusiera ni de un minuto para el periódico. Ahora se perdía entre titulares que no leía, repitiéndose que ya no iría más a aquel café. Su reciente indiferencia era como una pequeña tortura a la que sucumbía cada mañana, sin poder evitarlo. Si él supiera qué fácil era hacer invisible el papel y la tinta…Sin mirarle, ella le veía a su izquierda, desenfocado, moviéndose de un lado a otro, dotado de esa hiperactividad que no le permitía estar más de dos segundos parado. En ocasiones, podía contemplarle incluso a través de las personas, como cuando su jefe salía de la cocina a saludarla y a tontear con ella, mientras detrás él secaba las tazas recién salidas del lavavajillas.

___El alcohol que la había envalentonado aquella única noche, fue el mismo que la castigó con retazos ovalados de memoria. Nada más que rescatar en los días siguientes de entre aquellas sonrisas cordiales, preguntas sobre el trabajo y saludos de llegada y despedida. Nada parecía haber pasado. La sensación de haberlo estropeado todo era un sentimiento extraño, del que ella trataba de escapar registrando su mirada azul, buscando motivos para arriesgar mientras terminaba su café. Le gustaría tanto poder entrar en su mente y saber qué pensaba él. O tal vez no, tal vez ya lo intuía, pero aún así se resistía a alejarse de aquel café. Dignidad, resignación, orgullo, distancia, ausencia… Consejos ajenos, tan protectores como coercitivos. Sensaciones que llevan a escribir canciones que huelen a apatía y que visten el verano del gris más anodino, o una prórroga a la espera de alguien que la sacudiera por los hombros y le dijera que el riesgo a veces es una aventura que merece la pena.

___Decidió dejarse de canciones, de esperas, de orillas y de insomnios. Allí, en aquel mismo café, el taburete se convirtió en pedestal, salieron agallas de donde no había garantías, y……Desafortunadamente, pocas veces la vida real es como las películas. La valentía le costó el café, del que salió aquella mañana y al que sabía que no volvería en una larga temporada. A cambio, aquella noche durmió a pierna suelta, y su canción sobre las oportunidades perdidas quedó como obra inacabada.

2 comentarios:

Bobby dijo...

y digo yo: pondrán café en Copenhague???? Tendrán el País?

Aguamala dijo...

Sí a ambas cosas....y también hay un canal ;-)